Del matrimonio homosexual a Esteban Arce, algunos apuntes sobre tolerancia

10:07 by Charb

Todo esto que ha suscitado Esteban Arce con sus declaraciones me parece un fenómeno muy interesante y digno de análisis.

Este hombre declaró algo así como que lo normal es los matrimonios entre hombre y mujer, que los niños no deberían educarse por padres homosexuales. Y lo dijo en televisión.

Yo quiero decir varias cosas que no tienen que ver con mi postura con respecto a los homosexuales que, quienes me conocen, saben cuál es.

Libertad de expresión

La libertad de expresión es un derecho al que TODOS podemos acceder. TODOS. Es la misma libertad que tenemos de mentarle la madre al policía que vemos aceptando una mordida, la misma libertad que tienen los homosexuales de expresarse y decir que son homosexuales. Así que Esteban Arce, por muy estúpido que parezca, también tiene esa libertad de decir lo que le parece o no.

Esto refuerza el poder que tiene la televisión sobre la opinión pública. Estoy segura –metería las manos al fuego, incluso­­- de que si Esteban Arce hubiera hecho estas declaraciones en el periódico o en la radio, no habrían tenido tanto impacto.

Tolerancia

Nos guste o no, esta opinión, como pocas, sí es un reflejo de lo que opina el 60 por ciento de la población. Esto indica que la tolerancia no es un valor que se encuentre en la sociedad mexicana y que todavía falta un largo camino que recorrer.

Verán, a mis ojos el problema es que nos dividen en mayorías y minorías como si fuéramos cerdos en engorda: “Estos sí están en condiciones de ser tocino, estos aún no”. En donde yo estudié, que justo es una de las universidades que están en contra de los matrimonios homosexuales y de la adopción, teníamos clases de Persona y Sociedad donde nos decían que todos somos seres humanos en esencia, sin importar cuáles eran los accidentes. Pues bien, a mí me parece que la preferencia sexual es, justamente, un accidente. Y los accidentes pueden ser tolerados. Yo no veo hasta dónde afectan sus creencias católicas, judías, budistas, islámicas, que otras personas y no ellos sean homosexuales. ¿No es acaso un pecado la promiscuidad? Lo que el matrimonio busca, efectivamente, es que no haya promscuidad. Me parece mucho peor encontrarme en las noticias que un hombre amanece asesinado a cuchilladas porque era homosexual. ¿Qué no es ésa intolerancia?

Leí por ahí en Facebook que nos dejáramos de eufemismos, que llamemos al asesinato, asesinato y a lo anormal, anormal. Pues yo le llamo intolerancia a la intolerancia, y es justo esta intolerancia por parte de todos la que está consumiendo a esta sociedad y lo que la degrada.

Si efectivamente Dios existe, dudo mucho que se rija bajo las leyes de los hombres, tan inferiores a Él. Y la Biblia y la "sodomía", y las leyes de la Iglesia, son leyes de los hombres, no de Dios. Y el Corán fue dictado por Mahoma, no por Dios. Por mucho tiempo fue “normal” que la Iglesia vendiera indulgencias, y no por eso resultaba correcto. Por muchos años este país fue presa de la represión del gobierno, y no por ello estaba bien no hablar. Yo respeto a todas las facciones. Sin embargo hay cosas que me parecen mucho más graves que la permisión del matrimonio entre dos personas del mismo género, o incluso la adopción de niños por estas personas.

¿De qué se preocupan? Si en este país es tan complicado adoptar a un niño que los orfanatos del DIF se van a seguir llenando de rencor en vez de liberarse con cariño. ¿Por qué no revisan también los casos de las millones de familias con violencia intrafamiliar y cuyos padres son hombres y mujeres? ¿Por qué no se quejan de la promiscuidad de alguien que, tras revolcarse con una prostituta, regresa a su cama y le contagia el SIDA a la mujer, o viceversa? Parece que no estamos hablando de lo mismo pero sí. Lo que está bien va más allá del género, de la preferencia sexual, de la condición social. Las normas de convivencia se modifican tanto como se modifica el lenguaje y los hábitos. Gracias a eso, ahora comemos con cubiertos cuando hace mucho la costumbre era comerlo todo con las manos.

El punto es tolerar. El punto es dejar de respaldarse en “soy minoría, protégeme”. Decir que la mayoría o que la minoría tiene razón es una falacia hacia cualquiera de los lados. El punto es darse a respetar y no querer que los demás acepten mi desfile gay donde salgo en tanga y con unas alas de mariposa haciendo gala de mi amaneramiento. Entonces que también salgan las teiboleras y los 400 pueblos se desnuden y los gordos paseen con la carne afuera porque los discriminan cuando los ven. Simplemente el que es gordo es persona, y el que es gay es persona, y las teiboleras son personas, y los sacerdotes son personas, y nuestra calidad como ser humano aumenta en la medida en que reconocemos que todos somos personas y que todos, absolutamente todos, tenemos derecho de decir qué nos gusta y qué no, de manifestarnos e, incluso, de pasear en un carro alegórico aunque sea degradante. Y de decir en televisión que algo nos parece normal o no.

En un mundo correcto no hay mayorías ni minorías. La ley simplemente responde a las necesidades de convivencia de una sociedad. Estas leyes, es decir, en las que no se admite la muerte de seres humanos inocentes, por ejemplo. Estas leyes donde hay protección a gran escala. Aquí yo les diría que no se tomen el compromiso del matrimonio a la ligera. Es una decisión importante, la más importante de todas. Es decidir permanecer con alguien. Hacer el compromiso. Ser responsable de dos en vez de uno. Eso me parece mucho más importante que otra cosa.

Y a “la minoría”, les aconsejo que se dejen de mamadas. Ustedes han hecho que Esteban Arce esté en boca de todos. Ni que lo hubiera dicho el Presidente. Dejen de discriminar y de censurar cuando es de lo primero de lo que se quejaron, de que los discriminaban y censuraban. Si la ley los reconoce, celebren su triunfo y no lo opaquen por un mentecato que tiene un micrófono. De esos, ya sabemos, hay muchísimos.

Posted in , , , | 0 Comments

Porque soy mayor que tú: la experiencia habla

17:42 by El lenguaje nos alcanza

Quizá suceda en todos los países. Una persona “observadora” y, además, con experiencia de vida, que quiere dar consejos a cualquiera, aunque nadie se los pida.
Este hombre, Víctor, es uno de esos señores que “no tienen pelos en la lengua”, según se describen a sí mismos. Un individuo que a la menor provocación abre la boca.
La escena más reciente de sus atropellos verbales ocurrió en el metrobús de la ciudad de México, en la estación Campeche, y a continuación se reproduce el diálogo que sostuvo con una joven para que el lector juzgue por sí mismo:
- Señor, siéntese.
- ¡Ay qué bueno muchacha! Ya estaba yo muy cansado, y eso que yo camino bastante, lo que pasa es que traigo este costalote de café.
- Sí se ve pesado.
- Uy no y está… ¡pesadísimo! Mira cárgalo-. Le da a la muchacha el costal, ella, indiferente, lo recibe-. ¿Ya viste?
- Sí, sí pesa.
- Sí y mira yo ya estoy viejo, tengo sesenta años…
- No, viejo no…- interrumpe la joven.
- Oye no… no interrumpas a tus mayores. Porque yo soy mayor que tú… que estás bien jovencita y bien hermosa.
El hombre se queda esperando la respuesta de la muchacha, quien no atina contestar.
- A ver, dime qué edad tienes.
Ella comienza a sentir molestia por el tono que el “anciano” emplea.
- Eso no se le pregunta a una dama.
- Debes tener 30 años, cuando mucho.
La muchacha se ríe.
- Tengo veintidós.
- ¿Qué? ¿Veintidós años? Uy no mi reina, te urge bajar de peso. Mira nomás esa panza de embarazada. Uy no.
La muchacha está a punto de levantarse, pero él la toma del brazo.
- Mira mi amor, yo tenía una novia que… -le mira el cuerpo- bueno no, estaba menos gordita que tú, pero mira que estaba gordita eh… y se movía en la cama… no sabes… después bajó de peso y se le fue el encanto.
- Ay señor ya no lo entiendo…
- Dime Víctor por favor…
- Ya no lo entiendo, Víctor. Primero me dice que me urge bajar de peso y luego que su novia se movía muy bien en la cama.
- Sí mi amor, pero tú tienes que bajar de peso para ponerte hermosa.
- Pero si me acaba de decir que estoy hermosa.
- Pero más…
- Mmm… yo creo que usted no es un caballero- contesta la muchacha divertida, con tono de picardía-, un caballero jamás le diría eso a una dama.
- Oye, ¿qué prefieres?¿Que te engañe o que sea honesto?
- Ni una ni otra. No nos conocemos.
- Oye mi amor, pero nos podemos conocer. Yo tengo mucho para dar.
- ¿Para darle a una gorda?
- Ya verás que con tanto ejercicio que vamos a hacer juntos, hasta bajas de peso, y de paso yo también, que tengo como cinco kilos arriba y ya el doctor me dijo que necesito bajarlos.
- Mmm no sé señor…
- Víctor, preciosa.
- Víctor, no sé… no creo.
- ¿Por qué no mi amor? ¿Qué acaso hay mejor ejercicio que ése?
- Pero con usted, ¿qué tal que me asfixio?
Víctor no entiende que ella se burla de él. Al contrario, se siente todo un conquistador. Se ríe del coqueteo de la muchacha.
- Entiende mi amor… ¿cómo te llamas?
- Daniela…
- Daniela, mi amor, entiende que yo te puedo preparar para tus novios, para que te cases…
- ¿De verdad? ¿Y cuánto me va a costar esa instrucción?
- Es una relación ganar-ganar, Dani.
- Mmm no creo. Usted pierde con una gorda como yo, ¿no es así?
- Bueno, al principio sí, pero después ya gano, cuando te pongas así bien buenota y bien hermosa.
- Hermosa ya estoy.
- Más hermosa.
Vuelve a hacerse el silencio. Ella sonríe con ironía. Él la mira.
- ¿Y qué haces por aquí Dani? ¿Estudias?
- No.
- ¿Trabajas?
- No.
- ¿Entonces? ¿Cómo te mantienes?
- Es una incógnita hasta para mí.
- ¡Uy no! Deberías trabajar.
- Pues no.
- ¿Cómo que no?
- No se me antoja.
- ¿Y qué haces aquí entonces? ¿Vives por aquí?
- Tampoco.
- ¿Por dónde?
- Por el aeropuerto.
- ¿Qué haces acá?
- Nada.
- Yo tenía unas novias por el aeropuerto. Te llevo a tu casa si quieres.
- No, con ese costal de café lo voy a terminar llevando yo a su casa. Pero le agradezco el ofrecimiento.
- Pues no sería tan mala idea que me llevaras a mi casa, ahí tengo una cama bien grandota… bien hermosa.
- Como yo. Grandota y hermosa.
- Ándale.
La muchacha está hartándose del juego. Mira hacia la calle. El metrobús lleva varios minutos sin pasar.
- ¿Qué miras?
- Que el metrobús no pasa.
- Qué bueno mi amor, así estamos más tiempo juntos.
- Ah, al parecer ahí viene.
La muchacha se levanta. El transporte está lleno de gente. Parece que no entra nadie más. Está decidiendo si espera a que pase otro, cuando de pronto escucha que Víctor le dice:
- Ay mi reina, sí, sí te urge bajar de peso, mírate nada más esas piernotas.
De inmediato aborda el vagón. Víctor la mira. Ella sacude la mano en señal de adiós. Él se queda. Espera otro vagón. Solo, como siempre, porque nunca le sale hablar del peso con las gorditas, nunca puede llevárselas a la cama. De pronto voltea, mira a otra. Pone su costal de café sobre el asiento, junto a ella. Tal vez esta vez le salga.

Posted in | 1 Comments